La historia sobre la actuación de los músicos

En este sentido, se cuenta la historia de una banda de músicos que se ganaba la vida viajando de un pueblo a otro, interpretando su música. Eran tiempos difíciles y no ganaban mucho dinero. La gente pobre que solía venir a escucharlos ya no podía pagar la pequeña cuota que cobraban por su música. La asistencia fue disminuyendo progresivamente hasta que sólo unas pocos acudían a escuchar sus actuaciones.

Un día, el grupo se reunió para decidir qué hacer.

Uno de ellos dijo: «No hay razón para actuar esta noche con tan poca gente».

Otro se dio cuenta de que la nieve había empezado a caer y dijo: » ¡Miren! ¿Quién va a salir esta noche con la nieve cayendo así?»

Un tercero añadió: «Sí, anoche tuvimos muy poca gente. Si esta noche nieva así, vendrán menos. Devolvamos sus pequeños honorarios y cancelemos».

El primero estuvo de acuerdo y dijo: «Tienes razón. No se puede esperar que sigamos tocando cuando sólo hay unos pocos entre el público».

El segundo dijo: «Sí, ¿quién puede esperar que alguien intente hacer lo mejor para tan pocos?»

El cuarto músico había estado sentado en silencio, escuchando la conversación. Los demás se volvieron hacia él y le dijeron: «¿Qué te parece?»

Él dijo: «Sé que están desanimados. También me siento desanimado. Pero tenemos una responsabilidad con los que vienen. Seguiremos tocando y haremos el mejor trabajo que podamos». No es culpa de los que vienen que otros no vengan. No deben ser castigados dando menos de lo que podemos dar».

Los otros músicos se sintieron animados por sus palabras y decidieron tocar esa noche. Dieron una de las mejores actuaciones de sus vidas.

Cuando el espectáculo terminó y todos se fueron, el cuarto músico se reunió con la banda y les entregó una nota. Dijo: «Uno de los espectadores nos dejó esta nota antes de cerrar las puertas». Abrieron la nota y decía: «Gracias por la hermosa actuación de esta noche». Firmaba la nota: «Su Rey».

La lección espiritual

Hay una lección importante en esta historia: la decisión de la banda de dar lo mejor de sí, cayó en la noche en que el rey los sorprendió con su presencia. Sin embargo, habían decidido dar lo mejor de ellos a quienquiera que viniera. Esta es la actitud con la que debemos trabajar siempre.

Es una actitud en la que reconocemos que todo el mundo tiene a un rey dentro. Todo el mundo es importante. Todos tenemos un alma y todos somos parte de Dios. Cuando trabajamos con la actitud de que cada persona merece lo mejor de nosotros mismos, estaremos honrando al Dios que hay en todos.

Algunas personas sólo trabajan duro para complacer a cierta gente. Pueden dar lo mejor de sí para su jefe, para los ricos o para alguien que les pueda hacer un favor. Pero admirables son aquellos que hacen lo mejor para los pobres o para los que no tienen nada que dar. Grande es la gente que trata a todos por igual.

Otra lección que podemos sacar de esta historia es que no debemos desanimarnos cuando parece que sólo unos pocos aprecian nuestro trabajo o se benefician de nosotros. Se dice que, si podemos transformar, aunque sea una sola vida, habrá valido la pena vivir.

Cuando hacemos un esfuerzo y no aparecen las multitudes esperadas, seguimos estando al servicio de los que sí se presentan, aunque sólo sean uno o dos. Estamos haciendo una diferencia en la vida de esas personas. No debemos desanimarnos. Los músicos sólo tocaron para unos pocos, pero uno de ellos resultó ser el rey.

Cuando el servicio es la verdadera recompensa

Todo lo que hacemos Dios lo ve. Siempre debemos hacer y dar lo mejor de nosotros mismos. La recompensa está en el servicio, no en los frutos del servicio. Si vivimos así, nos iremos a la cama cada noche con la satisfacción de saber que lo hemos dado todo. Seremos bendecidos con alegría y felicidad interior que resultan de dar lo mejor de nosotros a todos los que nos encontremos.